Instituto Cajal. CSIC. Madrid
Cajal, ganador del Premio Nobel
Juan A. de Carlos Segovia.
Jefe del Grupo de Desarrollo del Telencéfalo: Corteza Cerebral y Sistema Olfativo.
Departamento: Neurobiología Molecular, Celular y del Desarrollo. Instituto Cajal. CSIC. Madrid. España
decarlos@cajal.csic.es
Hace media docena de años se cumplieron cien de la concesión del premio Nobel en Fisiología o Medicina a un español de 54 años llamado Santiago Ramón y Cajal. Este será el primer y único premio Nobel conseguido en esta categoría por un español, dado que el bioquímico asturiano Severo Ochoa cuando lo consiguió en 1959, estaba nacionalizado americano. Obtener este premio en la actualidad no es tarea fácil, pero su prestigio es tan alto que hay un buen número de laboratorios, distribuidos por todo el mundo, embarcados en lo que se ha venido a denominar “la carrera por el Nobel”. Cajal tampoco lo tuvo fácil, dadas las dificultades para hacer ciencia en la España de finales del siglo XIX. Por otra parte, el premio Nobel tampoco tenía entonces el enorme prestigio que goza en la actualidad, dado que era un galardón de reciente creación (los primeros premios se concedieron en 1901). Sea como fuere, Cajal no se hizo famoso por la concesión del premio Nobel, pues ya era una persona meritoriamente reconocida en su país y en la mayoría de los países donde se hacía ciencia. Pero, ¿quién era Cajal?, ¿por qué se hizo tan famoso? Realmente su popularidad llegó a tal extremo que se le erigieron tres estatuas en vida: dos en la ciudad de Madrid y una en la de Zaragoza, privilegio que prácticamente sólo lo ostentan los reyes y jefes de estado. Personalmente, no conozco ninguna ciudad de España, ni pueblo por pequeño que sea, que no tenga una calle o plaza que lleve el nombre de Ramón y Cajal.
Santiago Ramón y Cajal nace el primero de mayo de 1852 en Petilla de Aragón, pequeña villa de Navarra, enclavada geográficamente en la provincia de Zaragoza. Su nacimiento en este lugar fue debido al destino de trabajo de su padre, Justo Ramón Casasús, médico rural que, casado con Antonia Cajal Puente, consiguió su primer trabajo de médico en esta localidad. Santiago sólo vivió en Petilla sus 17 primeros meses de vida, trasladándose secuencialmente a los pueblos de Larrés, Luna, Valpalmas y Ayerbe, localidades del alto Aragón, donde su padre fue consiguiendo trabajo. En Larrés nacería su hermano Pedro, y en Valpalmas sus hermanas Pabla y Jorja. Viviendo en Ayerbe, su padre le envía a estudiar el bachillerato al colegio de los Escolapios de Jaca, pero Santiago no es buen estudiante y al año siguiente su padre le cambia al Instituto provincial de Huesca. Allí tampoco destaca Santiago, antes bien, no deja de dar problemas a sus padres con sus malas notas, travesuras con su pandilla de amigos y sus manías pictóricas, pues Santiago decide que quiere ser pintor. Sin embargo, Santiago se compromete seriamente con su padre a terminar el bachillerato si éste le paga las clases en una academia de pintura en Huesca. Don Justo, sin tener otra alternativa, accede. Santiago asiste a las clases de dibujo impartidas por el catedrático don León Abadías y, cumpliendo con su promesa, aprueba todas las asignaturas, terminando el bachillerato. Además, accede a empezar a estudiar medicina, para lo cual se desplaza, en el año de 1870, a la Universidad de Zaragoza. En el plazo de tres años Santiago termina su carrera y se alista primero en el Cuerpo Médico del ejército, y al año, se enrola en el Cuerpo Expedicionario, siendo destinado a las colonias que España tenía por aquel entonces en Cuba, con el rango de capitán médico. Pero la vida en las colonias no es fácil y Santiago enferma de paludismo y disentería, estando a punto de morir, por lo que es licenciado y enviado a España en 1875, donde poco a poco recupera su salud. Consigue una plaza de ayudante interino en la Facultad de Medicina de Zaragoza y, poco después, la dirección de los Museos Anatómicos. Durante este tiempo realiza los cursos de doctorado en Madrid, donde el Dr. Maestre de San Juan le enseña por primera vez unas preparaciones histológicas al microscopio. Este hecho impresiona tanto a Santiago que cuando regresa a Zaragoza se compra, con sus ahorros de Cuba, un sencillo microscopio Verick y monta un pequeño laboratorio en su casa, donde realiza su trabajo de tesis sobre la “Patogenia de la inflamación”. En 1879, Santiago se casa con Silveria Fañanás con la que tendrá siete hijos y en 1883 consigue por oposición la Cátedra de Anatomía General y Descriptiva de la Universidad de Valencia. En un viaje que realiza a Madrid como vocal de unas oposiciones de Universidad, el Dr. Simarro le enseña unas preparaciones de sistema nervioso impregnadas mediante la técnica de Golgi, un científico italiano. Con esta tinción se podían distinguir las células nerviosas impregnadas en su totalidad. Esta técnica, mejorada por Cajal, daría en sus manos un rendimiento espectacular. A finales de 1887 obtiene la Cátedra de Histología y Anatomía Patológica de la Universidad de Barcelona. Durante los años 1888 y 1889 estudiará el sistema nervioso de distintas especies de animales con el método de Golgi y realizará sus descubrimientos más importantes. Sus hallazgos los presenta en el congreso de la Sociedad Anatómica Alemana, celebrado en Berlín en 1889, donde acapara la atención del Profesor Kölliker, figura señera de la histología, que se encarga de darlo a conocer a la comunidad científica mundial. Se puede decir que gracias a Kölliker, la popularidad de Cajal trasciende a España, donde empieza a ser reconocido y respetado. Pero, ¿qué hallazgos tan trascendentales realizó Cajal para merecer tales reconocimientos? En aquella época imperaba la idea, sostenida principalmente por Gerlach y Golgi, que la arquitectura de la sustancia nerviosa estaba constituida por redes difusas en las que participaban todas o parte de las expansiones de las distintas células, lo que creaba un intrincado retículo nervioso que daba nombre a la “Teoría Reticular”. Sin embargo, Cajal observa que las fibras nerviosas terminan libremente y que las distintas células se relacionan entre si por contactos y no se anastomosan formando redes, llevándole a postular su “Teoría Neuronal” o de la individualidad de la célula nerviosa. Poco a poco va descubriendo pequeños detalles anatómicos que confirman su nueva teoría. Entre los detalles más importantes está el descubrimiento de las “espinas dendríticas”, pequeños apéndices de las ramificaciones celulares donde hacen contacto fibras nerviosas procedentes de otras células. Asimismo, el “cono de crecimiento”, estructura por medio de la cual crece la fibra nerviosa y la dirige, durante el desarrollo, con increíble precisión hacia la estructura que tiene que inervar. La verdad es que un descubrimiento siempre le llevaba a otro, y su posible significación fisiológica le hacía enunciar una nueva teoría. Cajal era capaz de ver dinamismo donde no lo había, dado que él estudiaba preparaciones histológicas de material nervioso fijado. Es decir, veía imágenes estáticas y se imaginaba el tejido nervioso en funcionamiento, y este era el verdadero genio de Cajal. Por poner un ejemplo, Cajal se aventura a predecir la dirección que sigue el impulso nervioso en diferentes estructuras cerebrales. Así, postula su “Ley de la polarización dinámica” que dice que el impulso nervioso se propaga desde las expansiones dendríticas hasta el cuerpo celular y desde éste por el axón hacia la siguiente célula con la que hace contacto. En un alarde didáctico sin precedentes, representa la dirección del impulso nervioso en sus dibujos histológicos mediante flechas. Podemos asegurar que no se confundió en sus predicciones. Otro ejemplo lo constituye su explicación fisiológica de la estructura denominada por él “cono de crecimiento”. Piensa que esta estructura va sondeando el camino y es capaz de interpretar las sustancias químicas que se encuentra a su paso, de tal modo que la fibra nerviosa se siente atraída por una serie de sustancias o repelida por otras, encontrando el camino preciso por donde tiene que crecer. Asimismo, se aventura a predecir que esas sustancias son secretadas por determinadas células que encuentra la fibra a su paso. Estas predicciones fisiológicas constituirán su “Teoría quimiotrópica”. Cajal descubrirá muchos detalles más del sistema nervioso que quedarán reflejados principalmente en su obra magna “Textura del Sistema Nervioso del Hombre y de los Vertebrados”, obra que tardó cinco años en escribir (se acabó de imprimir en 1904) y que consta de tres volúmenes con un total de 1800 páginas y 887 grabados.
Creo que las aportaciones descritas en estas líneas son suficientes para justificar que el día 25 de octubre de 1906 recibiera en su domicilio madrileño de la calle Príncipe, esquina a Huertas, un telegrama procedente del Instituto Carolino de Estocolmo comunicándole escuetamente la concesión del premio Nobel. El día 10 de diciembre recibe este premio en la Real Academia de Música de Estocolmo y el día 12 imparte su conferencia, en francés, titulada “Estructura y conexiones de las neuronas”. La gran paradoja del premio de ese año es que, por primera vez, fue dividido en dos, teniendo que compartir tan merecido galardón con Camillo Golgi, descubridor del método perfeccionado por él. Pero no olvidemos que este científico italiano era uno de los mayores defensores de la “Teoría reticular”, a la que Cajal se opuso toda su vida con su “Teoría neuronal”. De hecho, el último libro científico publicado por Cajal, en el año 1934, llevaba por título “Neuronismo o Reticularismo” y es un compendio de todos sus descubrimientos favorables a la teoría neuronal. Pero esto, es otra historia.
Severo Ochoa llegó a decir que la investigación en Biología y Medicina en España es escasa, pero sin Cajal sería nula. Esta declaración pone de manifiesto la relevancia de Cajal como hombre de ciencia en su país. Sin embargo, Ortega y Gasset decía que el caso de Cajal era una vergüenza para España, en lugar de un orgullo, simplemente porque constituía una excepción. A día de hoy, podemos considerar que la semilla de Cajal ha dado sus frutos y que, aunque seguimos necesitando más investigadores, tenemos científicos importantes cuya producción se encuentra entre las mejores del mundo. En esta época de crisis económica mundial y de tantos recortes a nivel nacional, necesitaríamos más que nunca el apoyo del gobierno para que ayude a impulsar la ciencia y para que los jóvenes científicos españoles, formados en nuestras universidades y con excelentes estancias de especialidad en laboratorios extranjeros, puedan regresar “a rendir sus frutos a nuestro suelo patrio”, como decía Cajal, y “éste deje de ser una excepción”, como decía Ortega.
Juan A. De Carlos Segovía (2012)
Instituto Cajal (CSIC)